La declinación del neoporfiriato tamaulipeco
José Ángel Solorio Martínez Para efectos sociopolíticos, la declinación del PRIAN en Tamaulipas, fue declarada hoy –14 de mayo del 2021– por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Es la debacle de la red de poder que a partir de 1990 –el aterrizaje de Manuel Cavazos Lerma, como delegado de Sedesol– tejieron las mentes neoliberales en la región: MCL, Tomás Yarrington, Eugenio Hernández Flores, Egidio Torre y Francisco García Cabeza de Vaca. Tres de ellos terminaron con problemas graves frente a la Justicia. En conjunto, los cinco, dominaron la entidad por más de 30 años. Ese lapso de tiempo, se asocia inevitablemente a las más de tres décadas de dominio total y absoluto de Porfirio Díaz. ¿Qué los hace asemejarse al viejo dictador oaxaqueño? 1.- Asociaron el crecimiento y el desarrollo del estado, a la obligación de endeudar para impulsar aquellas variables macroeconómicas. MCL, Tomás, Geño, Egidio y Cabeza de Vaca, solicitaron miles de millones de pesos para invertir en obra pública faraónica y elefantástica: el Parque Bicentenario, el Canal Intra-costero, los Centros Cultural es Metropolitanos de Tampico y Reynosa y libramientos útiles pero desproporcionadamente caros. Visión fifí del ejercicio presupuestario: en tanto las mayorías sufren de ausencia de agua potable, de drenaje, de infraestructura urbana, escuelas sin los más elementales servicios, la gran millonada fue dirigida hacia lo más alto de la pirámide social. 2.- El uso de las instituciones de Justicia para reprimir a la disidencia. MCL, desaforó diputados adversarios y los encarceló; Geño, reprimió a dirigentes cívicos; Yarrington, inhibió a varios periodistas y según informantes de la DEA “tiene más esqueletos en el clóset que un estudiante de medicina”; Egidio, acalló voces críticas con amagos ejecutados desde los grupos antisociales y Cabeza de Vaca, echó en corrida a varios alcaldes con un pavoroso cañón hecho con oficios de órdenes de aprehensión de la Procuraduría; de ello, mucho sabe el ex alcalde de Nuevo Laredo, Carlos Cantú Rosas. 3.- Esa quinteta, maiceó a la oposición, hasta transformarla en socia y aliada de sus gobiernos. Si algo dañó, el PRIAN tamaulipeco, fue al sistema de partidos de la entidad. Corrompió a dirigentes partidistas; compró liderazgos cívicos y contrató a buena parte de los cuadros políticos de una oposición que se transformó en anodina a golpe de estipendios. 4.- Esos 30 años, serán recordados en el futuro más inmediato, como el tiempo en que las instituciones de gobierno en Tamaulipas, pasaron a ser controladas y administradas por los poderes fácticos –Porfirio, entregó el país al capital extranjero y regaló millones de hectáreas de productivas tierras a extranjeros–. Nadie, que presuma ser observador de los fenómenos sociopolíticos tamaulipecos, podrá tazar una línea precisa para dividir en sus respectivas áreas, a la autoridad y a la delincuencia; es decir: en esas tres décadas, se diluyó la frontera que debió distanciar al gobierno del meta-gobierno. 5.- Saquearon el tesoro público sin pudor ni recato. ¿Qué sigue ahora?.. Lo que muchos esperan: la construcción de un régimen que se diferencie de esos treinta años de atrocidades. Sería muy ingenuo, suponer que con los bueyes que ahora hay, se puede arar para sembrar la semilla de la IV T; al menos, con los que ahora están y vendrán de la elección del 2021. Esos personajes guindas, son menores para la gran tarea que exige una transición –ya la alternancia dio sus magros y amargos frutos– política con rostro democrático y de sensibilidad social. La esperanza, es el 2022. El próximo año, será la arena en donde habrá de impulsarse uno de los debates más fructíferos y profundos para delinear el nuevo régimen sociopolítico que deseamos los tamaulipecos. Ya bastante ha hecho el Presidente Andrés Manuel López Obrador, por nosotros. Dejó la pelea empatada en el último round, con un adversario acorralado, mareado y lastimado. Toca a la ciudadanía, construir su propia victoria. Y cincelar el Tamaulipas, en el que anhela vivir.