Juan Rincón
Burgos es uno de los municipios rurales donde el poder podría cambiar de manos y también de color, no por la fuerza de otros partidos, sino por el hartazgo y el empuje de alguna figura que abandere las esperanzas del sufrido pueblo norteño.
Quizá Burgos, por ser un municipio eminentemente rural, no figure en las prioridades del vapuleado Partido Acción Nacional, pero sí para sus habitantes, que ven en las disputas por el poder una oportunidad de sacudirse el polvo de los vientos del cambio.
La ruptura del alcalde Jorge Galván con su grupo, que incluye a la excenecista Irma Galván Rivera, además de la presión externa que ha acabado con la paz social en el otrora pacífico municipio, traen súmamente preocupado al llamado Potrillo, quien estaría al borde del colapso político y emocional.
Las luchas por el poder en la tierra del cabrito han rayado en la paranoia, con un alcalde que no ve más allá de su ego, y en su afán de reelegirse.
Con un grupo diluido, incluso al interior de su equipo trabajo, la suerte del Potrillo estaría echada, por supuesto en favor de caras nuevas, incluso desde el mismo palacio municipal; no debe perderse de vista que Jorge Galván ha encabezado una lucha desde sus tiempos en el PRI. El hartazgo es un motor que empuja a un cambio en 2021.
Su secretario del Ayuntamiento, Rogelio Aguirre de la Fuente, quien también es un activo aspirante a la alcaldía de Burgos, ha sido severamente advertido, para que no mueva un dedo por los próximos meses, y se le ha prohibido ir a las comunidades, incluso, se habla de una posible renuncia del funcionario al puesto, lo que daría el tiro de gracia a las aapiraciones del ambicioso y soberbio alcalde burgalés.
Solo sus incondicionales, como su particular, Tomás Bocanegra, un personaje de perfil altivo y pocas palabras, se mantienen como leales. Asimismo su secretario de Obras, Pedro Galván Rivera “Pedrín”, quien además es su hermano -el nepotismo en Burgos es una regla-. También para los vientos del cambio es regla.
Los comentarios sobre la prosperidad económica del Potrillo han llegado hasta la capital del estado. Sus productivos hatos ganaderos y las construcciones en su casa se han convertido en refrán para los burgaleses. La dinastía ha gobernado ese municipio por tres generaciones.
Quizá no se espera una lucha fratricida en Burgos, como la protagonizada en 2018, cuando Joge Eleazar se enfrentó a su hermano, el priísta Jaime Galván, pero lo que sí es un hecho es que El Potrillo dejaría de ser el consentido del gobernador, quien lo ha honrado con varias visitas, incluso por encima de municipios más grandes y con mayores necesidades.
Sin el grupo que lo impulsó, y rodeado de enemigos en el mismo palacio municipal, El Potrillo se ha quedado solo; sus ambiciones por la reelección lo llevaron a romper los códigos y la ética, que aun entre los hombres más rudimentarios se ha mantenido vigente.
Jorge Galván quiere la reelección en Burgos; ya se le olvidó que su posición es producto de un pacto, cumplido a cabalidad por un hombre que sí tuvo honor y dingindad, Alejandro Moya Garza.