Se apeó de una década de peineta y cuplé en De La Purissima para embarcarse en un diario sonoro en solitario titulado ‘La Historiadora’. En eso y en una nueva normalidad teatral ensayada en el Centro Dramático Nacional. Ah, y también en una serie confinada de HBO
De Julia de Castro lo que más sorprende es que sea una tía normal. Se te sienta enfrente una mujer que se ha paseado por Barcelona con chaquetilla torera pero sin bragas, que ha cumplido una década de peineta y crucifijo pero con las tetas al aire, una feminista militante pero que defiende la legalización de la prostitución, y claro, lo que impacta es su normalidad.
Julia de Castro es sus peros, pero ahora los vive con tranquilidad. Dicen de ella que es transgresora, provocadora, subversiva; ella se define como «temeraria», luego matiza: “Valiente, el temerario no es consciente del riesgo”.
Sale del Centro Dramático Nacional de ensayar La Distancia, una distopía de perfecta actualidad sobre un futuro sin teatro que se estrena esta tarde en streaming. “Asómate”, invita, “teatro sin público. Eso va a ser”.
Es actriz, Julia, de formación y de profesión, pero también historiadora del arte, cantante y compositora, escritora… Ha sido mayormente (neo)tonadillera los últimos 10 años pero a los 33 decidió que se había acabado el cuplé. Colgó la peineta y se embarcó en un viaje en solitario por medio mundo que ha convertido en el diario sonoro La Historiadora, ya disponible pero que se presentará el 8 de septiembre en la sala Galileo. En medio, descubrió durante un año a trabajadoras sexuales que lo son porque quieren y replicó a la Retorica delle puttane que terminó con Ferrante Pallavicino decapitado en 1644.
Vive bien en la incomodidad, la abraza. Feminista pro legalización de la prostitución, religiosa y ultra sexual. “Hay que saber decepcionar a la gente”, resume ella, “me parece enriquecedor no estar de acuerdo. Y además, estoy acostumbrada”.
También es taurina…
El gran estigma. Es un arte que me inspira, le tengo muchísimo respeto. Es tan visible la muerte de un toro en un ritual que creo que la lucha animalista no debe focalizarse ahí. Para mí la tauromaquia forma parte de la idiosincrasia pero está desgraciadamente muy alejada de la cultura ahora mismo, y eso tiene difícil solución. Hay declaraciones de toreros que parece que ven la cultura como el enemigo. ¡Pero si somos lo mismo! El ritual me parece importante, en el momento que perdamos lo ritual y sólo exista el móvil, lo higiénico…
Uno de sus emblemas es la exposición sin pudor de su cuerpo y de su sexualidad. Dice: “El placer es una amenaza, especialmente para nosotras”. ¿Puritanismo?
Hay que hablar mucho del placer femenino. Creo que es el tema. No es puritanismo, es educacional. Mira los baños, la relación de los hombres con su propio sexo es muy diferente a la nuestra, ¿cuántas vaginas de tus amigas has visto? Es muy importante entender y verbalizar que mucha gente a nuestro alrededor no está sintiendo orgasmos y estamos contentas con ello. No estás pensando en ti cuando entras en una relación sexual, no es relevante tu placer, lo importante es llegar a la expectativa del otro. Cómo tú te comportas en esa habitación, solos tú y la otra persona, eso eres tú. El sexo es una expresión como lo es el arte, y tú necesitas expresarte. El gran reto de la mujer es el cuerpo. El placer femenino es la conquista.
‘La Historiadora’ habla de mujeres, de sus amigas, incluso de deseo lésbico, y sin embargo con De la Purissima dedicó un disco a 10 amantes varones. ¿Ha cambiado el punto de vista?
La vida me ha llevado a rodearme de mujeres. Antes buscaba la aceptación masculina porque era lo que había aprendido, a seducir. Ahora lo relativizo mucho. No la excluyo, me encanta, pero por fin puedo tener un poco de perspectiva y decir: joder qué maravilla de tías. Ya no hay amenaza, me encanta. Tenemos que querernos mucho, apoyarnos todo el rato, hay que aprender de ellos. Y tenemos que tener paciencia, hay que abrirse mucho a la ternura, es lo que nos va a salvar y abre tantas puertas…
Julia de Castro ya no es De la Purissima pero sigue siendo aquella niña criada en Ávila, en ese campo yermo, plano, hostil que le pertenece. “Yo soy fruto de esa ciudad, para lo bueno y para lo malo”. Para el fin anunciado un año antes de su proyecto cupletero eligió como apertura un pasodoble y como cierre una letanía rezada por su abuela. “Nació en Ávila y murió con el ritual castellano. No me puede parecer más honesto”.
De lo que dicen de ella en su tierra, ni idea. “Somos muy silenciosos”. Y de aquellos tiempos, un sueño infantil: ser piloto de carreras, como su padre. “Por ser una mujer me dieron un violín y me dijeron:vas a estar más tranquilita”. Ni idea tenían.