Zinedine Zidane es una caja de música que nunca repite melodía en el Real Madrid. Si la miras por fuera no da ninguna pista de que haya habido un cambio en su interior, pero cuando giras la manivela ha cambiado de sitio alguno de los pinchitos del cilindro y suena distinto a la última vez. Una hora y cuarto antes del comienzo del partido, cuando la televisión oficial del club dibuja la alineación en la pantalla, los ojos de los espectadores la recorren como un juego, buscando a Wally. Zizou siempre deja una sorpresa en el once, ya sea en forma de jugador inesperado o de cambio de esquema.Ante el Mallorca hubo tiempo de maravillarse varias veces. “¡Juega Hazard! ¡Y Vinícius! ¡Y Bale! ¡Cuatro delanteros!”. El día menos esperado, con Casemiro sancionado, Zidane hizo puenting sin cuerda. Desnudó su centro del campo hasta dejarlo en dos unidades. Y cayó de pie, líder, con una sonrisa en la boca y maquinando el siguiente giro de guion.
Al alineador Zidane hace tiempo que los adjetivos peyorativos le resbalan. Su palmarés es un campo de fuerza que evita que las críticas le rocen la piel. Además, para los que le acusan de inmovilismo, valgan las variaciones de su libreto para desacreditarles. En un par de días ha encontrado acomodo en el once a James, cuando las cámaras ya no le buscaban en la grada ni siquiera por morbo, y a cuatro delanteros entre los que se incluía un Bale que también se había empadronado en la tribuna. Dos nuevos inventos que escribir en una ya larga lista de variaciones, ajustes, cambios de idea y de paradigma que Zidane ha ido implementando desde que se hizo con las riendas del equipo.El más famoso invento de Zidane fue aquel de la Unidad B. En plena pelea por Liga y Champions, se sacó de la manga un once alternativo en el que jugar partidos comprometidos de los que dependía el título. Ese equipo B amarró la Liga 16-17 en estadios como Riazor o El Molinón mientras el pelotón titular avanzaba en la Copa de Europa. El resultado fue inmejorable porque los dos trofeos se mudaron al museo del Bernabéu.En aquellas mismas semanas fue rumiando un cambio más profundo que se acabó consolidando. Aparcó la BBC e impuso el 4-4-2. Dejó el juego a la carrera y abrazó la posesión, el sosiego y el fútbol infusionado, con Isco en el lugar de Bale, declaración de intenciones. También le salió bien, como su apuesta más cercana por los cinco centrocampistas con la que triunfó en la Supercopa de España de Arabia. Allí, ante las bajas, reinventó su esquema para secuestrar el balón y volvió de Yeda con un título debajo del brazo, junto a la pizarra de trabajo.Su apuesta por las rotaciones es rutinaria y casi obsesiva, con 179 alineaciones diferentes en los 203 partidos en los que ha dirigido al Real Madrid. Pero esta temporada esta tendencia se ha acentuado y las sorpresas de Zidane en los onces están siendo constantes. Y no siempre con resultados brillantes. Le salió bien, jugándose en puesto en un lejano mes de octubre, la apuesta por el novato Rodrygo en Estambul. Le salió peor el experimento con un centro del campo formado por Casemiro, Isco y James en Mallorca y fatal el invento de Copa del Rey ante la Real Sociedad con Brahim, Vinícius, Areola, James, Nacho o Militao en una alineación de un partido a vida o muerte. Salió muerte.Zidane, el alineador, también ha demostrado sus capacidades de adaptación dibujando un esquema con cinco defensas o con un rol tan arcaico o ‘de equipo pequeño’ como el marcaje al hombre de Kovacic a Messi. En la Supercopa de España le salió cara y en Liga cruz, pero innovó.Con aún siete jornadas por arrancar del calendario, falta por saber qué siete resortes saltarán de la cabeza de Zidane para encarar esos siete encuentros. Ya ha desmontado la cajita de música y tiene hasta el domingo a las 20.45 aproximadamente para hacer nuevas muescas con las que hacer sonar una melodía distinta. “Zidane te da sorpresas, sorpresas te da Zidane”, cantaría Rubén Blades.