Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington.
Tras semanas durante las cuales nos hemos dedicado a entender, leer, escribir, hablar y discutir sobre la gravedad de esta pandemia (he escrito ya cuatro artículos al respecto). Esta semana ha comenzado otra discusión: ¿cuándo y cómo abrir la economía?
Como en toda discusión pública —y política—, lamentablemente se distorsiona y complica el debate cuando se lo politiza. Peor cuando se habla sin conocimiento o peor cuando se inventan las cifras.
Toda estrategia debe estar acompañada de información que la respalde. Este es el reto que estamos viviendo porque no tenemos la información necesaria para tomar esta decisión estratégica.
¿Cuántas son las personas contagiadas? Es la información más importante, pero no lo sabemos, pues no hay suficientes pruebas serológicas (de anticuerpos contra el virus). Aunque son, sin duda, muchas comparadas con cualquier otra epidemia, el número de contagiados va a diferir por país y por ciudad. Seguramente, Nueva York tendrá hoy más contagiados por cada 100 habitantes que ciudades más pequeñas y menos comunicadas. Desafortunadamente, la mayoría de las pruebas se han hecho con muestras de secreciones de la nariz y garganta en pacientes que ya tienen síntomas. Por el contrario, el objetivo de la prueba serológica (de anticuerpos) es saber qué proporción de la población se ha “inmunizado” naturalmente, aunque no haya tenido síntomas detectables.
En otras palabras, no sabemos con mucha certeza el número de contagiados. Si no sabemos cuántos pacientes han sido contagiados, simplemente no sabemos el índice de letalidad de este virus. No soy experto en salud pública, pero no me canso de leer al respecto y aún no logro encontrar una respuesta básica: ¿será la letalidad (proporción de muertos entre los casos) menos del 1% como me atreví a decir hacer ya más de un mes? Lo sabremos apenas se hagan encuestas basadas en pruebas serológicas.
Lo que básicamente sí conocemos es que es más difícil esconder los muertos. En algunas ciudades no han podido siquiera enterrarlos. El número de muertos, sin saber a ciencia cierta el número de casos, no nos puede dar el índice de letalidad de esta enfermedad. Sin duda será mas alta que las epidemias invernales de gripe. ¿Cuánto más? No lo sabemos.
Sabemos que el número de muertos en Nueva York, Italia, España, entre otros lugares, tiende a estabilizarse en estos últimos días: o sea, parece que estamos llegando (o hemos llegado ya) a la cresta de la ola de esta primera onda pandémica en varias regiones. Recordemos que ese era el objetivo mínimo requerido cuando optamos como naciones a “quedarnos en casa”. Si ese número, más allá de trágico, logra estabilizarse, es necesario comenzar a discutir cómo y cuándo iniciamos la apertura de la economía de manera progresiva, ordenada y cuidadosa, al menos en el hemisferio norte. Pues en los países de América del Sur no sabemos si la pandemia esté solamente en su comienzo.
¿Cuándo volveremos a la normalidad? Esta pregunta también tiene respuesta: Volveremos a la normalidad cuando existan una o varias vacunas. Para que se compruebe la seguridad y eficacia de esas vacunas; y para que estas sean producidas y distribuida masivamente, deberán pasar muchos y dolorosos meses. Deberemos comenzar a vacunar a los que están en el frente de batalla de esta pandemia y son seronegativos, a los que están en frecuente contacto con enfermos y con el público: trabajadores del sector salud, de limpieza, de seguridad, a empleados de supermercados, de farmacias, etc. Luego, los demás tendremos el acceso a esa vacuna, segura y efectiva. Para ello, es muy probable que debamos esperar al próximo invierno.
¿Mientras tanto qué?
Entretanto deberemos manejar la situación a la antigua, con cuarentenas. Considero que en cuestión de meses tendremos tratamientos efectivos para curar o disminuir la gravedad de las infecciones por coronavirus. He hablado en el pasado de la donación de plasma de pacientes que han pasado la enfermedad -algo al alcance de numerosos países- lo cual podría quizás ayudar, pero se necesita más. Más allá de especulaciones políticas y mediáticas al respecto, ya hay noticias alentadoras. Es decir, seguramente en unos pocos meses, estaremos en una mejor posición para enfrentar este virus y, al menos, disminuir su letalidad.
El presidente Donald Trump ha presionado fuertemente por la movilización de la economía en Estados Unidos. Quizás lo haga por solidaridad con el pueblo, pero quizás sus razones sean puros cálculos electorales. Que sean acertados o no en cuanto a contener la epidemia, es una pregunta diferente.
Para no tomar esa decisión a ciegas o por cálculo electoral, es fundamental tener pruebas serológicas (de anticuerpos) masivas. Existen cada día más pruebas y eso es bueno, pero claramente seguimos muy por debajo del objetivo necesario para movernos a una nueva etapa sin tener que hacerlo a ciegas.
Abrir la economía sin haber comprobado que un porcentaje importante de la población ha sido infectado y está “inmunizado naturalmente” sería peligroso. Si dependemos de los casos reportados y de los hospitalizados deberemos ser prudentes, como ha dicho el doctor Anthony Fauci en CNN.
Para los países del sur, que no producen dólares, la disyuntiva es mucho más compleja y los sacrificios, se haga lo uno o lo otro, enormes.
La discusión de cómo comenzar a abrir nuestra economía de manera prudente y progresiva deberá basarse en la mejor información posible al momento y, sobre todo, en una evaluación del costo-beneficio económico, social y en enfermedad de cada opción en cada país. Pues la economía, el empleo, la estabilidad familiar, todo eso es también salud. Las alternativas, para los países de economías dependientes, que no producen dólares, serán siempre mucho más dolorosas. Ojalá los líderes que nos gobiernan decidan qué hacer basados en estas reflexiones y no en lo que creen que les conviene hacer para lograr la reelección, manipulando la verdad.
Ojalá el coronavirus al menos nos enseñe el costo de elegir líderes populistas que nos cuentan cada noche los cuentos que queremos oír, no las historias que se viven cada día en la calle.
CNN ESPAÑOL.