Por Oscar Díaz Salazar
“Dígale al viejo ese, a su amigo, que no me hable, que no me de órdenes”
Esa fue la primera frase que escuché, de la entonces senadora Lazara Nelly Gonzalez Aguilar. El “viejo” era Francisco García Cabeza de Vaca, quien desde el inicio del calderonato pretendía erigirse como el líder de facto (dueño) del panismo tamaulipeco,
Desde ese momento supe que estaba frente a un personaje de valor, tanto en el sentido de valentía, como el de valía.
La abogada oriunda de Mainero Tamaulipas, llegó al senado de la República a ocupar el escaño que dejó, por deceso, el senador titular Alejandro Galvan Garza.
Desde muy joven se interesó en la política. Recién egresada de la universidad, compitió por la presidencia municipal de Mainero.
Si bien la tragedia y la suerte influyeron para que accediera a la Cámara alta, las circunstancias le favorecieron porque estaba ahí, porque ya era militante del pan, porque ya había sido candidata a Alcalde y porque se registró como suplente.
En otra oportunidad, conversando con un amigo mutuo, en una comida donde yo acudí como invitado de su invitador, escuché que le había llamado el presidente Felipe Calderón para pedirle el voto, en un tema que era de su particular interés. La senadora le respondió que ese asunto iba en contra del interés y bienestar de sus representados, los tamaulipecos, y agregó que los panistas de Tamaulipas habían sido maltratados por el gobernador priista (Eugenio Hernandez), sin tener el respaldo del gobierno federal – después se divulgó el apoyo de Geño al triunfo de Calderón y como se le retribuyó entregándole las delegaciones federales- para finalmente anunciarle al presidente que votaría en contra.
Ese gesto de rebeldía, de reto al presidente, de verticalidad y valentía, reafirmó mi admiración por ese personaje que recorrió la escalera política de arriba a abajo, del senado a la cámara baja (diputada), de ahí a la presidencia municipal de su pueblo, luego desempeñó por un tiempo un cargo de segundo nivel en el gobierno de Reynosa, con Maki Ortiz, y últimamente se desempeñaba como directora del DIF Mainero.
Para el tiempo en que consigue ser la presidenta de Mainero, Lazara Nelly ya se había desempeñado por 7/8 años en el Congreso federal. Esa experiencia le sirvió para hacer un gobierno excepcionalmente bueno en su pueblo.
Por sus relaciones, por sus contactos, por su conocimiento, por sus habilidades, Lazara Nelly logró la ampliación del camino de acceso a la cabecera municipal (14 kilometros) la construcción del auditorio municipal anexo a la sede del ayuntamiento, el remozamiento de la plaza, la pavimentación de varios caminos de acceso a diferentes comunidades, la pavimentación de varias calles en la cabecera municipal, y muchas obras más que escapan a mi memoria.
Tuve oportunidad de convivir en varias ocasiones con ella. Me gusta recordarla y platicar la anécdota cuando nos recibió en el patio del hotel de su propiedad, flanqueada por una chiva que se comportaba como una mascota, como un perrito que sigue a su dueña a todas partes. El cabrito se lo habían regalado para que lo cocinara, y terminó de animal de compañía, luego de que Lazara Nelly se encariñara con el.
Aunque no fuimos tan cercanos como me hubiera gustado, si hubo tiempo para tener un par de discusiones, sin mayor importancia, una cuando me platicó que quería retirar el empedrado de las calles principales de Mainero, para pavimentar con asfalto y/o concreto estampado, a lo que yo me opuse (en la conversación) citando el caso de Tula Tamaulipas en donde retiraron el empedrado centenario para asfaltar las calles, calles que no duraron ni el trienio del presidente que ordenó esas obras.
El otro desencuentro, epistolar, por mensajería telefónica y correo, fue cuando me pidió que le dejara de compartir mis textos en los que criticaba a su entonces jefa Maki Ortiz.
Como prueba de que la incipiente amistad estaba firme, Lazara Nelly me obsequió un recipiente bastante grande de chiles piquines recién pizcados que hicieron el viaje de Mainero a mi mesa.
Cierro estas notas con tristeza y el remordimiento por no haber expresado mi admiración y simpatía que siento por Lazara Nelly González Aguilar.
En mi cabeza resuena la frase de la escritora tampiqueña:
En vida, hermano, en vida
Expresó mis condolencias a sus familiares y amigos.
Por Oscar Díaz Salazar
“Dígale al viejo ese, a su amigo, que no me hable, que no me de órdenes”
Esa fue la primera frase que escuché, de la entonces senadora Lazara Nelly Gonzalez Aguilar. El “viejo” era Francisco García Cabeza de Vaca, quien desde el inicio del calderonato pretendía erigirse como el líder de facto (dueño) del panismo tamaulipeco,
Desde ese momento supe que estaba frente a un personaje de valor, tanto en el sentido de valentía, como el de valía.
La abogada oriunda de Mainero Tamaulipas, llegó al senado de la República a ocupar el escaño que dejó, por deceso, el senador titular Alejandro Galvan Garza.
Desde muy joven se interesó en la política. Recién egresada de la universidad, compitió por la presidencia municipal de Mainero.
Si bien la tragedia y la suerte influyeron para que accediera a la Cámara alta, las circunstancias le favorecieron porque estaba ahí, porque ya era militante del pan, porque ya había sido candidata a Alcalde y porque se registró como suplente.
En otra oportunidad, conversando con un amigo mutuo, en una comida donde yo acudí como invitado de su invitador, escuché que le había llamado el presidente Felipe Calderón para pedirle el voto, en un tema que era de su particular interés. La senadora le respondió que ese asunto iba en contra del interés y bienestar de sus representados, los tamaulipecos, y agregó que los panistas de Tamaulipas habían sido maltratados por el gobernador priista (Eugenio Hernandez), sin tener el respaldo del gobierno federal – después se divulgó el apoyo de Geño al triunfo de Calderón y como se le retribuyó entregándole las delegaciones federales- para finalmente anunciarle al presidente que votaría en contra.
Ese gesto de rebeldía, de reto al presidente, de verticalidad y valentía, reafirmó mi admiración por ese personaje que recorrió la escalera política de arriba a abajo, del senado a la cámara baja (diputada), de ahí a la presidencia municipal de su pueblo, luego desempeñó por un tiempo un cargo de segundo nivel en el gobierno de Reynosa, con Maki Ortiz, y últimamente se desempeñaba como directora del DIF Mainero.
Para el tiempo en que consigue ser la presidenta de Mainero, Lazara Nelly ya se había desempeñado por 7/8 años en el Congreso federal. Esa experiencia le sirvió para hacer un gobierno excepcionalmente bueno en su pueblo.
Por sus relaciones, por sus contactos, por su conocimiento, por sus habilidades, Lazara Nelly logró la ampliación del camino de acceso a la cabecera municipal (14 kilometros) la construcción del auditorio municipal anexo a la sede del ayuntamiento, el remozamiento de la plaza, la pavimentación de varios caminos de acceso a diferentes comunidades, la pavimentación de varias calles en la cabecera municipal, y muchas obras más que escapan a mi memoria.
Tuve oportunidad de convivir en varias ocasiones con ella. Me gusta recordarla y platicar la anécdota cuando nos recibió en el patio del hotel de su propiedad, flanqueada por una chiva que se comportaba como una mascota, como un perrito que sigue a su dueña a todas partes. El cabrito se lo habían regalado para que lo cocinara, y terminó de animal de compañía, luego de que Lazara Nelly se encariñara con el.
Aunque no fuimos tan cercanos como me hubiera gustado, si hubo tiempo para tener un par de discusiones, sin mayor importancia, una cuando me platicó que quería retirar el empedrado de las calles principales de Mainero, para pavimentar con asfalto y/o concreto estampado, a lo que yo me opuse (en la conversación) citando el caso de Tula Tamaulipas en donde retiraron el empedrado centenario para asfaltar las calles, calles que no duraron ni el trienio del presidente que ordenó esas obras.
El otro desencuentro, epistolar, por mensajería telefónica y correo, fue cuando me pidió que le dejara de compartir mis textos en los que criticaba a su entonces jefa Maki Ortiz.
Como prueba de que la incipiente amistad estaba firme, Lazara Nelly me obsequió un recipiente bastante grande de chiles piquines recién pizcados que hicieron el viaje de Mainero a mi mesa.
Cierro estas notas con tristeza y el remordimiento por no haber expresado mi admiración y simpatía que siento por Lazara Nelly González Aguilar.
En mi cabeza resuena la frase de la escritora tampiqueña:
En vida, hermano, en vida
Expresó mis condolencias a sus familiares y amigos.