¿Terminarán los 80 años de espera?
José Ángel Solorio Martínez
La transición en Tamaulipas, no empezó con el triunfo de MORENA el 5 de junio. Ésta, inició con la aparición pública –en la conferencia de prensa del pasado lunes 17 de junio– del gobernador electo, Américo Villarreal Anaya. El evento, marca la decisión del lopezobradorista, de ejercer el cargo que más de 730 mil electores le confirieron.
Levantó la mano, para decir presente y marcar territorio.
El dejar hacer dejar pasar, con el que actuó desde su triunfo en las urnas, terminó.
Fueron seis largas semanas, en que el Ejecutivo estatal vigente, actuó en completa libertad; como si no estuviera coexistiendo con su sucesor.
Ahora vemos dos gobernadores, en acción.
Dos gobernadores, que activan para mostrar su músculo en una fragorosa batalla por la implementación y la continuidad de sus proyectos.
Ante ese escenario nunca visto en los últimos cien años de vida institucional, sólo resta esperar que la civilidad se acomode y dé paso a la gobernabilidad que los tamaulipecos desean y demandan.
La incursión de AVA, en el escenario estatal, es un llamado de atención a la mayoría del Congreso local –panista– y una postura de alerta para quienes desean dar permanencia transexenal a algunas instituciones.
Villarreal Anaya, ya entró al debate.
Y ya estableció sus prioridades: la defensa en los órganos de justicia de su ejercicio sin trabas, durante los seis años que constitucionalmente le tocan gobernar.
En la conferencia de prensa, se vio vigoroso y potente. Aquellos que promueven la venganza y alientan la aparición de la sangre en la transición, se lamentaron de que el gobernador electo, no estuviera acompañado de Santiago Nieto; no lo necesitó, aunque podría necesitarlo.
La ausencia del ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), en ese evento, posicionó al cardiólogo como un Ejecutivo estatal, cuyo poderío es la legitimidad que le dan los casi 800 mil ciudadanos que lo llevaron a la gubernatura.
La incertidumbre de cómo gobernará AVA, acabó.
Quizá no sepamos en este momento, cómo será cuando tome protesta constitucional como gobernador.
Lo que sí, podemos establecer, –por lo que ya hemos visto– es lo que no será.
No será un gobernador indolente.
No será un gobernador, que deje crecer los problemas.
No será un gobernador pusilánime.
No será un gobernador, con temor al debate.
No será un gobernador, que deje sus responsabilidades en manos de otros.
No será un gobernador, desvinculado de la Federación.
No será un gobernador sin liderazgo.
Ante el colapso del gobierno encabezado por Samuel García en Nuevo León, la pequeñez del gobierno de Coahuila, están dadas las condiciones para ver en el noreste mexicano, a la IV T como la mejor opción de gobierno.
Villarreal Anaya, este lunes, exhibió sus mejores atributos.
Esperemos, que esa actitud y esas virtudes, no sean llamaradas de petate.
Los tamaulipecos, tenemos más de 80 años, esperando un gobernador que nos enorgullezca.