“¡Ahí viene Beto, ahí viene Beto!”, gritaba emocionado ´Lorito´ Guerra, aquella Mascota consentida de la familia, para anunciar la llegada a la casa del Rancho “La Reata” del hijo de Doña Lilia Guerra, conocido en Gúemez y en la capital Victoria por su solidaria bondad, como Alma Grande. Un personaje que, literalmente, sí se quitaba la camisa por alguien que la necesitara. Es la historia de…
EL TÍO ALBERTO,
Alma Grande
A veces llegaba a la casa del rancho “La Reata”, con todo y Mariachi y acompañado de sus mejores amigos como Arnoldo Porras y Francisco Bolado, para celebrar con música y sana alegría, y sin haber ni fecha ni motivo alguno, la veneración que sentía por su madre, Doña Lilia Guerra, aquella gran mujer que enviudó joven y aún así, pudo sacar adelante a todos hijos.
El esposo de Doña Lilia, el ex alcalde de esta tranquila y limpia ciudad, hoy hecha pedazos, Don Melitón Rodríguez, quien murió a los 33 años, allá por los años treintas del siglo pasado.
El Tío Alberto Rodríguez Guerra, con estudios de Contador Privado, que era lo único que se podía estudiar en aquellos años en este pueblo de las cotorras, se hizo famoso por su bonhomía.
Desde muy joven mostró su Alma Grande y, con una afabilidad, sencillez y bondad fuera de serie, quienes lo conocían, recurrían a él cuando necesitaban su apoyo.
Siempre llegaba a la casa con amigos a quienes invitaba a comer, metiendo en problemas a la Señora Lilia Guerra, pues desbalanceaba el presupuesto familiar y la despensa.
De sus grandes e inseparables amigos, era Herculano Macías, aquel periodista victorense también íntimo amigo de aquel Secretario de la Presidencia, Emilio Martínez Manaoutu, quien le dijo:
– ¡Pídeme lo que quieras..!
A lo que el también el auxiliar y amigo de aquel viejo periodista Alfonso Pesíl, le contesto:
-No, nada. Solo ayúdame con una habitación.
Creo que se pasó de inocencia o de falta de malicia. En fin.
El otro amigo del Tio Alberto, Alma Grande, era Arnoldo Porras, quien casóse con una hija de Luis Echeverría, aquel polémico presidente de México, que estudió en la Escuela Primaria “Lauro Aguirre” y amigo personal del ex gobernador Enrique Cárdenas González.
Aquellos años señor Don Simón.
LA REATA DE ´LORITO´ GUERRA
Allá en el Rancho La Reata, ubicado a bordo de carretera frente al terruño del sabio de la Obviedad, el Filósofo de Gúemez, llegaron personajes, políticos, toreros, y varias veces estuvo el legendario líder cetemista Fidel Velázquez, amigo personal de Venustiano Guerra, en ese tiempo, presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje.
Pero el protagonista, la Mascota consentida de la Reata, “Lorito” Guerra y muchos decían pícaramente que era muy Reata, es decir, la mera cuerda, porque aquel Loro, cantaba imitando la voz de la Patrona de la casa, Doña Lilia, aquella famosa canción de “¿Dónde estas corazón?”
Y lo hacía con mucha gracia, sin perder el ritmo y el tono. Y se volvía loco cuando le aplaudían. Y decía “¡gracias, público conocedor!”.
Lorito además era famoso, porque le hacía segunda al Tío Alberto con la canción de “no me vuelvo a enamorar”. Y dicen que también rezaba con mucha seriedad y religiosidad el Padre Nuestro.
En La Reata nunca faltó la comida ni la alegría, el tequila y la cerveza y las canciones de Lorito Guerra. Si no se disfrutaba de un puerco, había comelitonas de barbacoa o tamales.
Nunca faltaron en La Reata los amigos del Tío Alberto, un tipo servicial, puro corazón, como bien le decían, Alma Grande, aquel que trabajó en las oficinas del Palacio Federal del Ocho Morelos y después en la Profeco, y que se quedaba sin nada con tal de ayudar. Daba hasta que dolía, como la Madre Teresa de Calcuta.
En la familia Rodríguez Guerra también hubo un gran personaje: Sidrónio El Torero.
Sidrónio es hermano del Tío Alberto, que aún vive, y que fue el primer victorense que se vistió de luces en la Plaza México alternando en 1952 con Juan Cañedo, el mejor Rejoneador de la época y yerno de Maximino Ávila Camacho.
Y, que además compartía el cartel, el capote y la espada con los grandes toreros cuando había Corridas en la Plaza de Toros, donde ahora existe una Tienda Grand, por la calle 16 frente a la Escuela Industrial No. 30.
En fin, que la de Rubén Rivera Rodríguez, el nuevo ALMA GRANDE de la política, es una historia de familia, respetable y respetada, de abolengo, desde hace un siglo.
Hijo de un respetado abogado y ex rector de la UAT y de una Maestra de Jardín de Niños, muy querida por varias generaciones y sobrino del famoso Tío Alberto y heredero de ese gran corazón de servicio sin limites.
Mejor nos leemos mañana.