El director de la mítica ‘Full Monty’ regresa a su mejor forma tras años de olvido con ‘¡Qué suene la música!’, una película sobre las mujeres de los soldados británicos destinados en Afganistán
¿Estamos quizá ante la película bélica más extraña de la historia del cine? «Quizá. Lo primero que me llamó la atención cuando me tropecé con esta historia es la mezcla extraña entre el género musical y los símbolos militares. Luego vino lo demás». Peter Cattaneo (Londres, 1964) responde desde el otro lado de la pantalla entre divertido y ligeramente suspicaz. Ahora estrena (el 31 de julio) ¡Que suene la música!, que es como los siempre imaginativos traductores han querido verter al castellano el original mucho más sobrio Military wives (Mujeres militares), pero sabe que más temprano que tarde tendrá que hablar de Full Monty, la película con la que debutó y que le hizo algo más que sólo famoso. Digamos que espera paciente.
Son muchas, quizá demasiadas, las líneas que unen una película con otra. En los dos casos, los protagonistas son personajes condenados a la sombra. En el primero, por, recuérdese, quedarse fuera del mercado laboral y, de paso, de la sociedad misma. Eran parados de larga, larguísima, duración. En el segundo, por vivir condenados (o, en puridad, condenadas) a una espera que no acaba nunca. Son las parejas de los soldados que van a Afganistán a combatir y, desde un silencio forzoso y extenuantemente burocrático, aguardan. Siempre temiendo lo peor. A lo dos, a ellos y ellas, les salva finalmente la música. Unos bailan, se desnudan y encuentran el sentido de la dignidad ultrajada en un número stripper. Las otras forman un coro, y desde la intimidad siempre solidaria de sus voces, dan con lo más parecido al consuelo. También se desnudan, pero de otra manera. Y un dato más que las liga y que hasta el director reconoce: son sus dos éxitos evidentes en una carrera ya larga que acumula hasta 17 trabajos.
«La verdad es que sólo puedo estar agradecido al éxito. ¿Quién se puede lamentar de ello? Ahora bien, admito que me llegó demasiado pronto. Con mi primera película. Me quedé bloqueado. Durante años las únicas ofertas que me llegaron era para hacer algo parecido a Full Monty. Me llevó casi diez años superar el éxito», dice con convicción, pero sin disimular la desgana. Sabía que la pregunta iba a llegar y queda claro que también ha logrado superar la poca imaginación de los periodistas a la hora de preguntar. ¿Ha hecho suyo eso de que si uno no puede superar a su enemigo lo mejor es aliarse con él? «Yo tampoco llevaría demasiado lejos los paralelismos entre mi primera y última película. Les une la música. Nada más», contesta.
¡Qué suene la música! toma la idea motriz de un documental para la BBC de Gareth Malone que, en efecto, sigue a un grupo de mujeres que cantan. The Choir (El coro)se titula y lo que hace, tal y como se refleja al final de la cinta de Cattaneo, es poner de manifiesto la que parece ser una costumbre tan extendida como oculta entre las parejas de los soldados británicos. Se cuentan hasta 75 coros de estas características en todo Reino Unido. «Tomé la idea de ahí. Todo en la película es ficción después de una minuciosa labor de estudio, investigación y largas conversaciones alrededor de una taza de té por los cuarteles de todo mi país», recuerda. Las guionistas Rossanne Flynn y Rachel Tunnard se encargaron del resto, que, básicamente, consiste en dibujar una historia de amistad, reconciliación y hasta amor alrededor de algo tan inocente quizá como un coro de voces pensado para distraer asuntos tales como el miedo o la angustia. A los mandos, y en dos papeles sobresalientes, las actrices Kristin Scott Thomas y Sharon Horgan.
«Tenía claro», retoma la palabra el director, «que no quería hacer nada parecido a Mamma mia. De hecho, no quería que sonara a plástico. Buscaba actrices que directamente cantaran mal. Se tenía que ver la evolución y lo relevante no era lo que cantaban sino cómo les afectaba. Es más, prohibí que se ensayara demasiado. Aunque luego pude descubrir que muchas de las actrices ensayaban a mis espaldas», dice y rompe a reír. Lo cierto es que la película se hace cargo de cada uno de sus errores hasta convertirlos en oro puro. La imperfección es la virtud de una cinta tan evidentemente emotiva como bien resuelta. Y muy simpática. Todo es predecible y, pese a ello (o por ello), todo resulta memorable. Por supuesto, se sale del cine tarareando antes que sólo una canción un estado de ánimo.
Y tratándose de militares y con las tragedias de Las Malvinas, Irak y Afganistán perfectamente visibles en la película, ¿no resulta demasiado frívola una propuesta como la suya? «Aunque hubo conversaciones de carácter político durante toda la elaboración del proyecto, no queríamos que estuvieran en la película. Es muy peligrosa la tentación de sacar las banderas y la Union Jack cada vez que aparece el ejército. La película no va de eso. Se puede hacer una película de militares y dejar de lado las banderas», responde Cattaneo y acto seguido se refiere él mismo a la misma claridad con la que Full Monty hablaba de la crisis económica sin necesidad de mitin alguno. «Detrás de cualquier conflicto hay siempre un grupo de seres humanos que sufren, se ríen y se necesitan. Y eso es lo que me interesa», dice. ¿Valdría esa misma reflexión para lo que vivimos ahora en plena pandemia? «Sin duda».