La serie reanuda la producción de su segunda temporada en completo aislamiento y obligada a adoptar todo tipo de medidas para mantener ‘virgen’ una isla libre de la covid-19
«¿Por qué El Hierro?», pregunta una voz fuera de plano. «¿Se te ocurre algún sitio más lejos?», responde desde la profundidad de lo aún más profundo el interpelado. Hierro es una isla, una serie y, apurando, la descripción ajustada de un estado de ánimo. Así fue durante toda la primera temporada en la que Candela Peña acertaba a pegar en la piel de la jueza a la que daba vida algo más que sólo un misterio. Ella, a su manera, se fundía con el sentido de una tierra construida de soledad y mucho aislamiento. Sobre el papel, la gracia del serial de Movistar producido por Alfonso Blanco y dirigido por Jorge Coira era su total ausencia de sorpresa. No era ni quería ser una producción esquinada pensada para provocar como tantas otras. Al revés, su fuerte era, y es, la sinceridad de un planteamiento a la vez transparente y, por ello, hundido en el enigma. Un thriller clásico para una época tan poco convencional como la nuestra.
Pasan los meses, llega el coronavirus y de su mano nace un tiempo esencialmente extraño. Y completamente nuevo. Hierro, en su eterno y cabal confinamiento, adquiere de repente la textura de las metáforas perfectas. Ahora el rodaje vuelve a empezar. Es ya poco más de una semana la que el equipo de 60 personas de fuera de la isla y 30 más de dentro se afanan con la mascarilla, los hidrogeles y la distancia social en filmar y moverse en una especie de burbuja. «Diría», comenta el productor, «que estamos en una cuarentena dentro de una cuarentena. Desde el principio teníamos claro que llegábamos a un terreno libre de covid y que así tenía que seguir siendo». Lo que sigue es una detallada descripción de todas las barreras y de todas las zanjas construidas para detener al virus.
Un vuelo específico recogió a buena parte del equipo en Madrid el viernes 29 de mayo. Tras pararse en A Coruña a recoger al resto, voló directamente a Tenerife. Y de ahí a la isla de El Hierro. «Como las famosas pruebas PCR pueden dar un falso negativo al no detectar un posible contagio en las últimas 48 horas», explica sanitariamente Blanco, «tuvimos que hacer un doble aislamiento de dos días antes de coger el avión y de otros tantos recién aterrizados en la isla tras realizar un segundo test». Todo fuera por retomar un rodaje que empezó el 17 de febrero, se interrumpió cuando se interrumpió el mundo entero el 14 de marzo y que ahora vuelve a su ser pendiente de las 10 de semanas «de burbuja» que quedan por delante. Y así hasta completar los seis capítulos que componen la temporada. ¿Hay acaso un lugar más apartado?
«Somos conscientes», toma la palabra Coria, «que somos una excepción. Todos los inconvenientes del aislamiento ahora corren a nuestro favor. Pero es todo tan raro». Hasta llegar a aquí, se tuvo que llevar a cabo una detallada negociación con el gobierno insular. Tan básico era no traer nada indeseable como someter cada actuación a un protocolo tan higiénico como inédito. ¿Cómo cambia una serie en la que el contacto es sinónimo de peligro? ¿Cómo altera la realidad el sentido mismo de la ficción y, al revés, como hace lo que estamos viviendo todo para filtrarse en el nudo de la fabulación?
«Todo influye y todo acaba por contaminarse», comenta el director no del todo consciente de la carga vírica de determinadas expresiones como «contaminar». Y sigue: «Sobre el guión apenas se ha modificado nada. Lo que sí se ha hecho es reducir el número de figurantes en determinadas escenas e, incluso, rodar por capas. Es decir, se añadirán las personas por ordenador después». El productor describe cómo se han reducido las órdenes impresas que día a día y tradicionalmente marcan el dietario de cualquier rodaje («todo es digital») a la vez que se las han ingeniado para replicar la imagen del combo (la que sirve de guía de rodaje) en los terminales de cada técnico o simplemente curioso. «Todo sea por evitar aglomeraciones, abrazos o contactos», dice entre orgulloso y sólo resignado.
Pero más allá de la técnica está lo otro. Y lo otro, no lo duden, es lo relevante. «Está por ver cómo nos afecta todo esto. Y cómo, a medida que avance el trabajo, nos resentiremos de este encierro forzado. Hay que tener en cuenta que ni vamos a salir ni vamos a recibir visitas ni vamos a ver a nadie que no sea los que diariamente vemos. El Parador Nacional de El Hierro lo ocupamos enteramente el equipo. Nos vemos por la mañana, por la tarde, por la noche. O nos volvemos locos o acabamos de la familia», reflexiona el director en previsión de lo que vendrá. Sea como sea, familia ya son. Y no es metonimia producto de la fricción. «Nos han expedido un certificado de unidad familiar por motivos sanitarios. Somos convivientes. Es la primera vez que me pasa», precisa esta vez con sentimiento sincero el productor gallego de series como Mareas vivas antes que de Hierro. Y no contento con eso, añade: «Además hemos hecho firmar y he firmado yo mismo un código ético. Es decir, nos comprometemos a cumplir las reglas. Hay que tener en cuenta de que no hay seguro que cubra un contagio».
Blanco calcula que todas las medidas adoptadas pueden llevar a un sobrecoste de entre el 2 y el 10% sobre el presupuesto. A la persona contratada especialista en prevención de riesgos laborales que se ocupa de vigilar y repartir gel hidroalcohólico con pasión, hay que sumar los gastos derivados de los retrasos obligados. Coria, por su lado, está convencido de que, sin embargo, la concentración ahora es mayor. «La amenaza constante añade tensión. Y eso, de momento, es bueno. Vamos más rápido. Además, el parón hizo que me diera tiempo a montar lo que teníamos y a pensar y repensar lo que nos queda. Todo es, de golpe, un proceso más consciente», dice.
Sea como sea, Hierro promete esta temporada mantener el marco de la anterior que tanto bueno trajo. «El espectador tiene que tener la sensación de que vuelve a casa. Candela sigue ahí. Pero también hay que sorprender… y en eso estamos». En cualquier caso, la sorpresa está dada de entrada. La pandemia ha hecho que releamos todo de nuevo y Hierro, desde su soledad aislada, es ya otra serie; es la serie de la doble cuarentena, del doble confinamiento. ¿Alguien pensó alguna vez que a finales de julio estaríamos todos en este extraño y remoto lugar?