Jorge Javier Romero Vadillo
Este Gobierno ha renunciado a hacer política pública de izquierda y se ha descarado ya como reaccionario y conservador, a pesar de las peroratas matutinas. Mientras tanto, el ingreso vital de emergencia sigue siendo una urgente necesidad. Foto: Galo Cañas, Cuartoscuro.
Hace unos días, el Congreso de los Diputados de España logró un amplio consenso –sorprendente en la actual legislatura, tan dividida y con un Gobierno que una y otra vez tiene que hacer malabares para ver aprobadas sus iniciativas, pues no cuenta con mayoría suficiente y depende de alianzas inestables– para la aprobación de un ingreso mínimo vital con el cual paliar los devastadores efectos de la crisis económica desatada por la pandemia. Solo la extrema derecha de Vox se abstuvo en la votación, pero ni siquiera ese partido se atrevió a votar en contra.
Ha sido notable el acuerdo logrado, sobre todo porque todas las medidas adoptadas por el Gobierno socialista para enfrentar la emergencia sanitaria han sido cuestionadas acremente por la oposición de derechas y el debate ha estado extremadamente politizado. Sin embargo, a la hora de votar sobre la necesidad de que el Estado se haga cargo de garantizar un ingreso a los millones de personas que han perdido el empleo o han visto mermadas sus fuentes vitales, los partidos españoles decidieron arropar al criticado Presidente Pedro Sánchez y respondieron con enorme responsabilidad para contener el aumento de la pobreza que la recesión está provocando.
Aquí parecía avanzar un consenso semejante, pues un grupo plural de legisladores hizo suya la propuesta que desde hace semanas ha impulsado Nosotrxs. A la iniciativa de Movimiento Ciudadano, de la cual la Senadora Patricia Mercado se ha convertido en adalid, le han seguido planteamientos similares de Acción Nacional y se han sumado también legisladores de Morena, además de los del PRD e incluso del PRI. Se trata de que las personas que se han quedado sin ingresos, tanto en la economía formal como en la informal, puedan recibir 3 mil 700 pesos durante tres meses, de manera que la crisis no los conduzca a una situación de peligro vital por hambre.
La medida serviría también para evitar contagios y salvar vidas, pues un porcentaje muy alto de la población mexicana, alrededor del 15 por ciento, depende de su ingreso diario para poder vivir, por lo que quedarse en casa es un lujo que no se pueden permitir ni un solo día. Si el Estado les garantizare un ingreso de emergencia, sería mucho más probable que se resguardaran para cuidar su salud y la de todos los demás.
Sin embargo, para el Presidente de la República la propuesta no es otra cosa que politiquería, como parece considerar cualquier proyecto que no salga de su iluminada cabeza. López Obrador ha mostrado una insensibilidad brutal frente al sufrimiento que la epidemia está provocando. Entre el negacionismo que lo emparienta con los peores gobernantes del mundo, como Trump y Bolsonaro, y una actitud que pretende enfrentar la crisis con discursos edificantes, de superación personal, en los que recomienda no ser codicioso, comer frutas y verduras y rezar como instrumentos para frenar la propagación del virus, el Presidente ha decidido no desarrollar políticas públicas serias ante el desastre que vivimos y solo se aferra a sus grandes proyectos y a los programas de transferencias ya existentes para, según él, relanzar la economía.
El coordinador de los diputados del partido del Presidente, Mario Delgado, a lo más que se ha atrevido es a proponer una reforma para permitir que los trabajadores que cuentan con Afore puedan hacer un retiro de hasta 11 mil pesos de sus cuentas individuales, el cual, según entiendo del galimatías presentado, sería absorbido por el Gobierno y terminaría por no afectar la pensión de quienes tienen tan poco saldo que no alcanzan ni siquiera un salario mínimo para el retiro. El problema es que buena parte de quienes se están quedando sin medios de subsistencia por la crisis ni siquiera tienen Afore, pues laboran en la economía informal, como es el caso de las trabajadoras del hogar cuyos empleadores no les han mantenido el salario.
La negación presidencial de la realidad resulta alarmante. La crisis provocada por la pandemia es para el Jefe del Ejecutivo un accidente menor, un incordio que no le va a impedir seguir con sus magnos proyectos. Sus clamores reiterados de que para él están primero los pobres se ven desmentidos cuando es incapaz de modificar su visión ante un hecho que está dejado sin empleo a millones de mexicanos y si bien una parte podrá recuperar su actividad dentro de unos meses, para muchos otros la caída económica puede implicar un desempleo de largo plazo, además de que los meses sin ingresos pueden ser letales por hambre o está orillando a que la gente no deje de salir en condiciones de alto riesgo. Baste ver las zonas de la Ciudad de México donde se están propagando los contagios con mayor velocidad. Son precisamente las zonas donde viven los más pobres, los que no han podido guardar la cuarentena.
López Obrador apela a la familia como el mayor sistema de seguridad social. Se trata de la renuncia a construir en México un Estado de bienestar universal, que garantice derechos fundamentales. Esa actitud coloca al Presidente claramente a la derecha del espectro político, mal que le pese a sus acólitos y propagandistas, que siguen viéndolo como el redentor de los pobres. Este Gobierno ha renunciado a hacer política pública de izquierda y se ha descarado ya como reaccionario y conservador, a pesar de las peroratas matutinas. Mientras tanto, el ingreso vital de emergencia sigue siendo una urgente necesidad.
MSN MÉXICO.