Las protestas nacidas tras la violenta muerte a manos de la Policía de Mineápolis del afroamericano George Floyd han derivado en ataques vandálicos a diversas estatuas de personajes históricos por todo el mundo. Churchill, el esclavista inglés Edward Colston y en los últimos días varias estatuas de Colón y de Ponce de León han sido víctimas de un efecto dominó visible y mediático que ha introducido la Historia en un complejo y legítimo debate.
La animosidad contra los símbolos del pasado hispánico en EE UU no son nuevos y, tras unas décadas de admiración e idealización, desde los 60 el movimiento indigenista ha capitalizado esa tendencia con la petición de retirada de monumentos de Colón, diversos conquistadores y religiosos españoles como Junípero Serra o Juan de Oñate. Esa lucha se enardeció en 1992, con todos los fastos internacionales del V Centenario del Descubrimiento y en los últimos años, coincidiendo con la presidencia de Trump, parecen haberse recrudecido.
Aunque estos ataques contra Colón y los conquistadores y exploradores españoles se han justificado como una demostración de solidaridad con los pueblos indígenas autóctonos de América, ¿tienen razones los manifestantes para vincular los problemas raciales que sufren los EE UU de hoy con el pasado hispano de su país?
En un informe que realizó la historiadora especializada en temas de la conquista de América y directora de la Cátedra Internacional CEU Elcano Primera Vuelta al Mundo María Saavedra, justificando la necesidad de la pervivencia del Día de Colón (el 12 de octubre) -lo realizó para el think tank The Hispanic Council, cuya misión es difundir la herencia cultural hispana de Estados Unidos-, escribía: “Colón, hombre de su tiempo, da por sentado que uno de los posibles beneficios de toda conquista era la posibilidad de obtener esclavos para su venta”. Pero, a renglón seguido, explica que precisamente el descubrimiento colombino va a generar “que va a generar un quiebro en esta práctica habitual”, y hace referencia a las diversas cédulas de la reina Isabel de Castilla en las que va limitando la esclavitud y venta de los indígenas y reconocimiento como súdbitos.
“Se puede concluir”, escribe Saavedra”, que, si hacemos desaparecer las imágenes de Cristóbal Colón porque era partidario de la esclavitud, prácticamente no deberíamos dejar en pie ningún monumento levantado a navegantes, políticos, escritores… que fomentaron o toleraron una sociedad con esclavos. Podríamos empezar derribando las estatuas del último emperador azteca, Cuauhtémoc, y las de cualquiera de los presidentes estadounidenses anteriores a la guerra civil, puesto que o bien fomentaron la esclavitud, o convivieron con ella sin ningún escrúpulo”.
pregunta a dos historiadores especialistas en aquel periodo de exploración y conquista sobre estas actuaciones. Y, sin negar la legitimidad de las protestas ni las zonas oscuras y sangrientas del pasado hispánico en América, critican estos ataques vandálicos.
Antonio Espino, catedrático de historia moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona sobre su opinión sobre la cuestión de las estatuas. “Se mezcla ideología, reivindicación y movimientos sociales con Historia y pasan cosas extrañas. Estos debaten son interesantes siempre que la población sepa o entienda cuál fue la trascendencia del personaje. Si no, al final, la que acaba sufriendo es la Historia”, asegura.
El ataque a las imágenes de Colón y Ponce de León tiene más profundidad, porque “se mezcla esclavitud y la situación de los pueblos indígenas”. “En Florida pueden que alguien sepa quien fue Ponce de León, pero seguramente mucha gente lo desconozca, porque ¿qué tendrá que ver con la violencia policial que sufrió Floyd?”
“Es casi una moda, derribar estatuas atrae la atención mediática y está comprobado”, explica Espino que califica estas actuaciones de “dinámica discutible”. “Como historiador duele”, explica, “porque más que derribar habría que explicar más los personajes y situaciones. Las estatuas pueden hablar mal o bien, y así no se olvidan: en la estatua del esclavista de Bristol se podría explicar cómo el capitalismo moderno surge de la explotación”, propone.
“Entre el discurso antihispano de Trump y esta moda, van a dejar EE UU sin estatuas que recuerden su pasado”, explica. “En el fondo, el mundo anglosajón ha sido y es muy racista, y parece que les fastidia que gran parte de su país fuera explorado por españoles y franceses y por eso tratan de borrar los orígenes que no consideran suyos”. Y matiza, “esto no evita que debamos criticar y dar a conocer los excesos de los españoles en América que los hubo, pero también hay un abuso de la historia”.
Esteban Mira Caballos, doctor en Historia de América y miembro de la Academia Dominicana de la Historia, califica de “absurdos” estos ataque y los achaca al “uso torticero de la Historia y el desconocimiento”.
“Cualquier persona del siglo XVIII y antes era esclavista”, asegura Mira Caballos y alude a que Colón ni siquiera pisó la masa continental norteamericana.
“La población afroamericana e indígena de EE UU no deberían cargar contra Colón, sino contra Washington o Jefferson, que eran declaradamente esclavistas. Y eso tampoco me gustaría. Pero el racismo que sufren ellos no tiene origen hispánico, sino anglosajón”, afirma este historiador.
Eso sí, descarta cualquier dirección organizada desde el poder. “No creo que sea algo guiado desde el poder para girar la diana, sino que la gente desconoce su pasado. Lo que pasa hoy en EE UU no tiene nada que ver con alguien de cinco siglos antes, sino con quienes gobierna hoy. Están vivitos y coleantes”, asegura. Y alerta que “si seguimos así, habrá que derribar el Louvre, la puerta del Alcalá… porque casi nada anterior al siglo XIX se va ajustar a nuestros patrones morales de humanidad y justicia”.