Cuando el coronavirus se expandía en silencio por Estados Unidos a inicios del año, el constante crecimiento económico del país y un desempleo mínimo eran dos cartas clave en la campaña de reelección del presidente Donald Trump, que firmaba un ansiado acuerdo comercial con China.
Pero aquel panorama varió de forma radical con la pandemia de covid-19 y su efecto devastador en EE.UU., que el miércoles pasó la barrera simbólica de 100.000 muertos por el virus, según el conteo de la Universidad Johns Hopkins.
Se trata de un saldo que ningún otro país ha registrado por el coronavirus hasta ahora, superior también al de otros episodios mortales que marcaron la política doméstica y exterior de EE.UU. en la historia reciente.
Incluso la combinación de estadounidenses muertos en las guerras de Vietnam y Corea, los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, y el huracán Katrina de 2005 ya es superada por el número de fallecidos de covid-19 en el país.
El virus y las medidas para enfrentarlo han modificado, al menos temporalmente, el ritmo de grandes ciudades estadounidenses como Nueva York, epicentro de las infecciones en el país y donde siguen cerrados restaurantes, bares, teatros, cines y otros comercios no esenciales.
Y, así como la pandemia alteró hábitos y costumbres sociales, también transformó el escenario económico, electoral y de relaciones exteriores de la nación más rica y poderosa del planeta.
Aquí van tres de esos cambios drásticos.
A comienzos de 2020, EE.UU. pasaba por su ciclo de expansión económica más largo bajo registro: 128 meses hasta febrero.
Y ese mismo mes la tasa de desempleo del país estaba en su nivel más bajo en medio siglo: 3,5%.
Entonces estalló la pandemia, los estadounidenses debieron quedarse en sus casas para detener la propagación del virus y la economía de EE.UU. se encogió 4,8% en el primer trimestre del año.
Más aún, los economistas prevén que en el segundo trimestre de 2020, que está en curso, el PIB estadounidense mostrará un declive cercano a 30%, el peor desde la Gran Depresión de 1929.
La tasa de desempleo en el país se disparó a 14,7% en abril y sigue en aumento en mayo, según expertos, con 38,6 millones de personas que han pedido subsidio de desempleo desde mediados de marzo.
“Este momento es único, dada la parada repentina de todo tipo de actividad económica. Por lo general, las crisis económicas comienzan en el sistema financiero y se expanden a otras partes de la economía. Esta vez sufrieron todos los sectores de la economía y en especial el de servicios, que es una gran parte de la economía estadounidense”, señala Jonathan Levy, un experto de la Universidad de Chicago en historia económica.
Agrega que en comparación con otros países, EE.UU. tiene la ventaja estructural de que el dólar sea la moneda buscada en momentos de crisis.
Pero advierte que la situación sanitaria juega en contra de la potencia americana respecto a otras naciones: “En muchos aspectos, si no todos, EE.UU. está peor y eso tiene un impacto terrible en la actividad económica general”, dice Levy a BBC Mundo.
Ahora que la actividad comienza a reabrirse, la pregunta que se plantean los expertos es cuánto demorará en recuperarse la economía estadounidense.
La respuesta depende de factores aún inciertos como el tiempo que el virus siga presente, si habrá una segunda ola de infecciones, si la población se inmunizará por contagio o por una nueva vacuna, o cuán eficaz sea el gobierno en aliviar tanto la crisis sanitaria como económica.
Pero incluso asesores de la Casa Blanca admiten que es posible que la tasa de desempleo continúe en dos dígitos hasta noviembre.
A la situación económica y de empleo favorable para el presidente se sumaba la absolución de Trump en el juicio político que enfrentaba en el Senado por abuso de poder a comienzos de febrero.
Pero el covid-19 no sólo destruyó los índices económicos que el presidente mostraba como grandes logros de su gestión.
También levantó una oleada de críticas a Trump por su respuesta tardía y errática a la crisis sanitaria, aunque expertos del gobierno habían advertido que una pandemia supondría una amenaza seria para el país.
Cuando el covid-19 ya se propagaba por EE.UU., Trump auguró a fines de febrero que el virus iba a desaparecer como por “milagro”.
Y luego descartó que su país pudiera llegar al trágico récord que alcanzó ahora: “parece que nos dirigimos a un número (de muertes) sustancialmente inferior a 100.000”, dijo el 10 de abril.
Todo esto le ha dado munición gruesa a la oposición demócrata, que ahora tiene al ex vicepresidente Joe Biden como presunto candidato y al frente de Trump en algunas encuestas.
“De alguna manera, esta pandemia cambió drásticamente la campaña, ya que (…) los candidatos no están viajando por el país, no están organizando manifestaciones y es posible que ni siquiera puedan celebrar convenciones de nominación”, dice Alan Abramowitz, un politólogo en la Universidad Emory autor de libros sobre elecciones en EE.UU. y el ascenso de Trump.
Añade que, a diferencia de lo que pasó en otros países durante la pandemia, el presidente no logró una mejora sostenida en sus índices de aprobación en EE.UU., que están por debajo del 50% como antes de la crisis.
“(Trump) no está ganando terreno, no está expandiendo su coalición y puede estar alienando algunas partes de ella, particularmente a los votantes mayores”, dice Abramowitz a BBC Mundo. “Está algo más débil”.
Sin embargo, aclara que todo esto está lejos de asegurar un triunfo para los demócratas.
“Sigue siendo una elección cerrada y todavía incierta”, subraya. “(Trump) tiene tiempo para recuperarse”.
A medida que crecieron las críticas por su propio manejo de la crisis sanitaria en EE.UU., Trump ha acusado a China de falta de contención del brote que surgió en el país asiático a fines de 2019.
Estrategas del Partido Republicano de Trump estiman que esto puede favorecer las posibilidades de reelección del presidente, ya que los estadounidenses ven a China de forma cada vez más negativa según encuestas.
Pero también han surgido advertencias de que la fricción entre las dos mayores economías del mundo puede trae riesgos.
“El propósito de EE.UU. en este momento es usar incluso esta crisis para crear una nueva Guerra Fría intencionalmente”, dijo el economista estadounidense Jeffrey Sachs en una reciente entrevista con BBC Mundo. “Lo encuentro peligroso y ridículo, pero especialmente peligroso”.
China tampoco se ha quedado quieta y acusó a EE.UU. de promover “conspiraciones y mentiras” sobre el virus.
La decisión del presidente chino, Xi Jinping, de impulsar en medio de la crisis una ley de seguridad nacional que incluya a Hong Kong marcó otro foco de tensión con Washington en los últimos días.
Algunos expertos creen que la pandemia ha acelerado la competencia que EE.UU. y China ya tenían en áreas como el comercio, la tecnología y la capacidad militar.
En cualquier caso, el encono actual entre ambas potencias contrasta como el día y la noche con los augurios de una nueva relación bilateral que se hicieron al pactar una tregua a su guerra comercial en enero, justo cuando el virus daba la vuelta al mundo.