Ramón Alberto Garza
Una de las películas clásicas de Alfred Hitchcock , maestro del suspenso, fue El Hombre Que Sabía Demasiado.
Filmada en 1956, su trama daba cuenta de un joven que conoció de un complot para asesinar al premier inglés.
Pero el secreto pone en riesgo la vida de Hank, quien al compartirlo con su padre Ben y a su madre Josephine, también los arroja al peligro.
Evocamos esa trama, porque la saga política de Emilio Lozoya Austin -quien en la madrugada de este viernes aterrizó en México procedente de España- es también la historia de un hombre que sabe demasiado.
Porque en el peligroso y temerario libreto escrito a su paso por Pemex, involucró no solo a su padre Emilio Lozoya Thalman y a su madre Gilda Austin, sino también a su esposa Marielle Helene Eckes y a su hermana Gilda Susana Lozoya.
Lozoya Austin pisa suelo mexicano dejando atrás la defensa del aguerrido Javier Coello Trejo, la que cambió por el jurisconsulto español Baltasar Garzón, más afecto a negociaciones de altura.
El director de Pemex viaja con una valija llena de inconfesables secretos que muy pronto serán confesables. Peligrosamente confesables.
Documentos, audios e incluso videos que darán fe de la danza de los millones para alquilar o comprar aliados y cómplices.
Sin duda existe un gran pacto de por medio. Solo así se entiende la docilidad y prontitud en la extradición que al conocerse puso a temblar a decenas de políticos y legisladores de casi todos los partidos, sino también a mercaderes de la energía.
El hombre que sabe demasiado de Pemex, de Luis Videgaray y de Enrique Peña Nieto, está decidido a todo no solo para salvar o al menos mitigar su sentencia.
Lo que más le importa a Lozoya Austin es limpiar el dañado nombre de su familia, a la que nunca debió involucrar en la compra de sus residencias o en las transferencias de sus dineros.
Sabe demasiado, porque conoce a detalle el destino de las millonarias aportaciones de Odebrecht a la campaña presidencial del PRI en el 2012. Quién recibió, quién escondió, quién se los quedó o en qué se gastaron. Y eso colocaría al PRI en la antesala de perder su registro.
Sabe demasiado de las exigencias de Videgaray y de Peña Nieto, quienes a contracorriente del sentido común en los negocios autorizaron compras muy cuestionadas como la de la planta de Agronitrogenados.
Sabe demasiado de la lista de legisladores del PRI, del PAN y del Verde, que habrían recibido jugosas gratificaciones de los bolsillos de Pemex para que cabildearan en el menor tiempo posible la urgente Reforma Energética.
Sabe demasiado de los integrantes de la Comisión de Energía en el Senado –sobre todo panistas- con quienes se sentó a canjear favores, personales y de Partido, para que no le pusieran trabas a los cambios legislativos que autorizaban la inversión privada, extranjera y nacional.
Sabe demasiado de nombres como el ex líder petrolero Carlos Romero Deschamps, de los gobernadores panistas Francisco García Cabeza de Vaca y Francisco “Pancho” Domínguez y del priista ex gobernador queretano Enrique Burgos.
Sabe demasiado del precandidato priista de Sonora, Ernesto Gándara o del posible repetidor candidato priista a Veracruz, Héctor Yunes.
Sabe demasiado del presidente de la Comisión, el priista David Penchyna y de su secretario, el panista Salvador Vega Casillas.
Sabe demasiado, del jerarca panista nuevoleonés, Raúl Gracia y del otro Niño Verde, Carlos Puentes.
Y si sabe, pero no se acuerda de lo que en su tiempo operó, Lozoya Austin tendrá la ayuda de tres senadores perredistas que en su momento le dieron la contra a la Reforma Energética.
Esos tres senadores que rechazaron en su momento la Reforma Energética despachan hoy en la primera fila del gobierno de la Cuarta Transformación: Manuel Bartlett, Zoé Robledo y Rabindranath Salazar.
Y como en la película de Hitchcock, la pregunta obligada es saber si los espías involucrados, lo que están dentro del complot de los millones y que ahora sienten que serán descubiertos, estarán cruzados de brazos, esperando a que el destino de Lozoya Austin los alcance.
La única respuesta posible a esto se encuentra en la melodía que fue en aquél 1956 el tema de El Hombre que Sabía Demasiado y que por cierto recibió el Óscar a la mejor canción y que a la letra dice.
Qué será, será… lo que deba ser, será,
el futuro no está en nosotros saberlo,
Qué será será… lo que deba ser…
¿Será que de verdad estamos en la antesala de la mejor trama de suspenso que haya conocido el sistema político mexicano? Estamos a días de confirmarlo.
Codigo magenta.