Asegura haber alertado a Felipe Calderón sobre los vínculos de Genaro García Luna con el narco, en el primer año de su periodo presidencial.
“No quiero meterme en estas cosas”, dijo hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador a propósito de las revelaciones del general en retiro, Tomás Ángeles, quien asegura haber alertado a Felipe Calderón sobre los vínculos de Genaro García Luna con el narco, en el primer año de su periodo presidencial.
Las revelaciones del general, expuestas en el documental “Guerra híbrida” dirigido por Daniel Marmolejo, así como en el programa Los Periodistas en La Octava, que conducen Álvaro Delgado y Alejandro Páez, dan cuenta del contubernio de García Luna para favorecer al llamado “cártel del Pacífico”, con lo que se habría fragmentado a los grupos criminales detonando la violencia.
López Obrador quiso referirse en concreto a que lo ocurrido en el sexenio de Calderón deja como enseñanza que no se deben tomar acuerdos con la delincuencia y advirtió que indagar la relación corresponde a las instancias de procuración de justicia.
El mandatario consideró que los acuerdos con la delincuencia son “contubernio, complicidad”; además, abundó en que el gobierno no puede proteger a un grupo y perseguir a otros:
“No debe haber impunidad para nadie y también no se pueden tomar acuerdos con la delincuencia organizada”.
Planteado el tema del general Ángeles durante su conferencia de prensa, la respuesta del mandatario fue amplia, aunque la mayor parte sin relación con el episodio y, entre los aspectos más destacados, López Obrador insistió:
“Tiene que haber una frontera, una línea bien clara, autoridad-delincuencia. Si se mezcla la delincuencia con la autoridad, ya no hay ninguna posibilidad de garantizar la paz y la tranquilidad de los ciudadanos”.
El presidente sostuvo que en su administración no permitirá que la autoridad se relacione con la delincuencia y enfatizó que tampoco lo permitirá en el caso de los delincuentes de cuello blanco con las autoridades hacendarias, pues dijo, en el pasado los directores del Servicio de Administración Tributaria eran “llaveritos” que jugaban al golf y estaban al servicio de delincuentes de cuello blanco.