Ciudad de México. La luz y el espacio en un diálogo constante entre las piezas y el espectador fueron los elementos claves que utilizó durante su trayectoria Mario Vázquez Ruvalcaba, considerado uno de los artífices de la nueva museografía mexicana y quien falleció este martes a los 97 años.
La titular de la Secretaría de Cultura (SC) federal, Alejandra Frausto, dio a conocer la noticia en Twitter: “Falleció Mario Vázquez, a los 96 años (sic), vida generosa y creativa. Fundador y director del @mnh_inah. Querido por todas y todos. Mi más sentido pésame”.
El titular del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto, escribió en esa misma red social: Esta madrugada, a los 97 años, se fue por los rumbos del Mictlán nuestro querido y admirado maestro Mario Vázquez, fundador y director del MNA, museógrafo genial, amigo generoso y monumental.
El museógrafo Mario Vázquez nació en la Ciudad de México el 27 de enero de 1923, en el seno de una familia humilde. Su padre era chofer; su madre, sirvienta (así decía él), y tenía dos tías que también eran sirvientas, y una de ellas, además, era costurera, recordó el historiador e investigador César Moheno.
Nació y creció en una vecindad en la llamada Calzada de la Piedad (hoy Cuauhtémoc), muy cerca del Cuartel de los Inválidos que Porfirio Díaz inauguró en 1910 para las fiestas del Centenario. Fue bailarín y formó parte de la primera generación de la carrera de museografía y arqueología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en los años 40 del siglo pasado. Entre sus maestros figuraron Miguel Covarrubias, Fernando Gamboa, Juan de la Encina e Ignacio Bernal.
En 1964 realizó la integración de las salas del nuevo Museo Nacional de Antropología (MNA), con la guía del arqueólogo Román Piña Chan y Eusebio Dávalos, en ese entonces director del INAH. El museo se inauguró en septiembre de 1964, y en 1989 ocupó el cargo de coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH.
Balance y delicadeza
En un documental proyectado en enero de 2013, durante un homenaje en la Universidad Nacional Autónoma de México con motivo de su cumpleaños 90, habló de su pasado como bailarín y cómo, con el Ballet Nacional, viajó por distintas partes del país y llevó a las zonas rurales la música de Beethoven, Mozart, Chopin y Silvestre Revueltas. Quizá esa profesión fue lo que dio a su trabajo museístico ese balance y delicadeza, como en una danza bien ensayada.
También expresó sobre su llegada a la museografía del MNA: Cómo no iba a estar contento y feliz de trabajar en el museo. Diseñar cómo exhibirlas, ver estas piezas maravillosas, vigilar las maniobras de cómo subirlas y buscar la luz más adecuada para ellas. Para él, la museografía mexicana sigue campeante.
En dos videos disponibles en YouTube, Vázquez Ruvalcaba explica cómo pensaba su trabajo: “Es como si uno llevara una bolsa de mendigo, un zurrón de mendigo, (en el) que vas echando mendrugos, pedazos de pan, de queso, lo que encuentres, y más tarde o más temprano lo sacas y te sirve.
“El teatro y la danza trabajan mucho con la luz, y cuando tú a tu mochila le echaste luz, en algún momento esa luz teatral te va a salir y la vas a usar, consciente o inconscientemente, en tu museografía.
Contacto entre objeto y espectador
No hay que olvidarse de la museografía para que el contacto directo entre el objeto y el espectador sea óptimo, porque estás sacando las líneas del rostro de la figurilla o estás sacando el volumen o estás sacando los glifos que hay que leer, los estás enfatizando (con la luz) para que mejor los vea, los entienda, los goce el espectador.
Para Moheno, la labor de Vázquez es “ritmo, luz y color en la historia de la cultura mexicana. Conocer y tener la suerte de conversar con Mario es uno de los más grandes privilegios que la vida me ha regalado a mí y toda mi generación. Con él aprendí muchísimas cosas. Con sólo estar a su vera se despertaban todas las curiosidades. Sobre los colores, sobre el paisaje, sobre las personas, sobre el patrimonio de México y el mundo, sobre la belleza, sobre la enorme necesidad de contar con presupuestos suficientes para la conservación y la divulgación de la infinita grandeza de la cultura mexicana.
“Para Mario la museografía era la luz. Gracias a él supe que la luz está en todas las piezas de la cultura mexicana, le otorga grandeza. Y nadie como él para hacer que, con luz, ritmo y color en sus museografías, el patrimonio cultural de México resplandeciera en todos los museos. Sea en museos comunitarios, en el Nacional de Antropología o en los grandes museos del mundo en Italia, España, Nueva York, París, San Petersburgo, La Venta en Tabasco, Palenque…
“Él es flor, tronco y raíz de la museografía mexicana. Con su preciso manejo de la luz y el ritmo sorprendió a miles y miles de mujeres y hombres en el mundo y los llevó de la mano para que pudieran comprender las profundidades históricas del inmenso patrimonio cultural de México.
“Por si eso fuera poco, su más grande magisterio nos lo regaló con su infinita generosidad y su grandísima humildad para acercarse con ternura a las personas de toda condición.
Mario Vázquez es lo más cercano a un dios griego con el que podías conversar, siempre sonriendo, sobre la luz que se requiere para iluminar el mundo, sostuvo.
LA JORNADA.