Saqueos y delincuencia a cientos de comercios se suceden en varias partes de la ciudad, evocando los disturbios de 1992
Fue una de las noches más largas de su vida. Dilson Díaz y su mujer, Nathalia Gaviria, contemplaron con horror desde la televisión cómo las protestas por la muerte de George Floyd en Los Ángeles derivaron en una ola de vandalismo y destrucción que casi se lleva por delante su tienda de ropa, en el 7563 de Melrose Avenue. Unas horas antes, viendo lo que se les venía encima, metieron en su coche los objetos más valiosos y salieron a toda prisa de uno de los barrios convertidos poco después en zona de guerra. El saldo posterior: centenares de arrestados, comercios arrasados y militares en las calles imponiendo el toque de queda desde la ocho de la noche.
“Nos salvamos de milagro”, cuenta Díaz, músico de rock colombiano y empresario. “Casi no dormí pendiente de las cámaras de seguridad y viendo cómo robaban y quemaban las tiendas de amigos”. La de enfrente, un negocio de zapatos caros, la vaciaron antes de prenderle fuego, lo mismo que un salón de belleza a pocos metros. No se salvaron ni los que tomaron la precaución de escribir en la fachada que eran propiedad de negros, para evitar la furia en una de las avenidas comerciales más cotizadas de la ciudad, en el distrito de Fairfax.
Díaz cree que los saqueos y los destrozos en varias partes de la principal urbe de California, desde la zona del Downtown hasta Bervely Hills y West Hollywood, fueron algo más que el producto de la ira por la muerte injusta de Floyd en Minneapolis a manos de un policía. “Esto fue crimen organizado”, indica. Lo entiende como “la crónica de una muerte anunciada, de alguna forma”, porque horas antes comenzaron a pasar por la zona “gente que no es compradora habitual y preguntaban por los artículos mas caros, por el precio. No se lo dimos y nos dimos cuenta de que era una estrategia para más tarde”. Tenían razón.
Las zapatillas deportivas de Nike y Adidas se convirtieron en uno de los objetivos de los delincuentes, que aprovecharon las protestas pacíficas para infiltrarse y llevarse un preciado botín. Los ladrones iban y venían, metiendo mercancía en sus coches para volver después a por más. Uno de los sujetos entró en un Target de la zona y se llevó un carro de ropa completo.
En el centro comercial de The Grove las tiendas de Apple y de Nordstrom también sufrieron destrozos. Algunos de los manifestantes trataron de llegar a Beverly Hills y su famoso Rodeo Drive, el corazón de las tiendas más lujosas de la ciudad. La policía impidió que entraran.
Las escenas evocaron lo sucedido en 1992 tras el juicio a Rodney King, el afroamericano brutalmente golpeado por tres policías de Los Ángeles. La absolución de sus agresores desembocó en días de revueltas callejeras y enfrentamientos con la policía.
La situación a media tarde provocó que el alcalde, Eric Garcetti, solicitara la presencia de la Guardia Nacional para frenar la oleada de violencia. El gobernador de California, Gavin Newsom, declaró el estado de emergencia en todo el condado de Los Ángeles, una situación que contaban con prolongar durante este domingo.
Marquecee Harris-Dawson, un concejal en un área de fuerte presencia de afroamericanos, habló de la presencia de infiltrados entre los manifestantes pacíficos. “Los anarquistas se están aprovechando de nuestro dolor con saqueos y violencia”, dijo en un comunicado. “Esto no es Black Lives Matter (el movimiento en defensa de los derechos de afroamericanos) o miembros de nuestra comunidad que ha sufrido de racismo sistemático y opresión. Esto son terroristas locales”.