El descubrimiento, en el que participaron científicos de la UNAM, se realizó en el cenote Aktun-Ha, cerca de Tulum.
Durante el 2020, los descubrimientos arqueológicos en el sureste de México han sido abundantes; a la lista que incluye una aldea maya posclásica en Mahahual y una carretera construida por los mayas hace mil 300 años, ahora se suma el hallazgo de restos de fogatas que elaboraron los primeros habitantes de América en lo que ahora es Quintana Roo.
El hallazgo, en el que participaron científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se realizó en el cenote Aktun-Ha, cerca de la ciudad de Tulum. Se trata de hogueras con antigüedad de 10 mil 500 años colocadas en lugares estratégicos que permiten obtener fuego e iluminación.
“Constituyen una evidencia de las estrategias de supervivencia, capacidades de organización y planeación, además del sentido simbólico y ritual de las cuevas para los primeros habitantes”, señaló Alejandro Terrazas Mata, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la institución educativa.
La investigación, que se realizó en el Instituto de Geología (IGL), donde también participaron integrantes del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), fue dada a conocer en la revista Geoarchaeology, y confirma la hipótesis de que se trata de vestigios del uso de fuego de los primeros pobladores de la Península de Yucatán. El estudio señala que hace 15 mil años, cuando el nivel del mar era 150 metros más bajo que el actual, la actual cueva inundada estaba seca. Entonces, los primeros pobladores pudieron usarla de morada o para realizar rituales.
En ese sitio único, a 30 metros bajo el agua y unos 100 metros de la entrada, en el salón o galería conocido como Cámara de los Ancestros, arqueólogos de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH hallaron 15 acumulaciones de carbón, posibles hogueras que fueron cuidadosamente documentadas, medidas y muestreadas, junto con los expertos de la Universidad Nacional, informaron Terrazas Mata y Elizabeth Solleiro Rebolledo, del IGL.
“Se tenía que verificar que realmente esos restos eran carbón y si las evidencias eran producto de la actividad humana o se habían trasportado por las aguas superficiales y subterráneas hasta llegar al sitio. Para ello se instrumentó una metodología en tres fases: experimental, donde se quemaron rocas para determinar sus cambios físicos por el fuego; de campo, con la toma de muestras de carbones y rocas quemadas; y de laboratorio, para el análisis y datación de los carbones, entre otros aspectos”, dijo Solleiro.
Se encontró, entre otros resultados, que la edad de las fogatas es de 10 mil 500 años y que los carbones se produjeron in situ; el fuego se originó ahí mismo y las temperaturas alcanzadas en esas fogatas fueron de entre 200 y 600 grados centígrados.
MILENIO.