La poeta y narradora zacatecana murió ayer a los 92 años; seguía escribiendo y estaba llena de proyectos.
La precursora de la literatura fantástica y de terror en México, la narradora de lo insólito, la cuentista extraña, la maga que dio vida a seres fantasmales, la escritora mexicana Amparo Dávila (1928-2020) murió ayer a los 92 años de edad.
Sin los reflectores de otras grandes del medio siglo, como Rosario Castellanos y Elena Garro, Dávila se impuso en las letras mexicanas por su disciplina, entrega y rigor con que confeccionó sus poemas y cuentos.
Está en la primera línea de las narradoras mexicanas del siglo XX”, comentó el ensayista Héctor Orestes Aguilar en su cuenta de Twitter. “Fue un rayo en un cielo oscuro y machista”, agregó la escritora Brenda Lozano en la misma red.
Diversos escritores e instituciones lamentaron en sus cuentas el fallecimiento de la narradora zacatecana, quien pensaba que “escribir es una enfermedad incurable”, entre ellos destacan Cristina Rivera Garza, David Miklos, Socorro Venegas, Alberto Chimal y Tanya Huntington; así como la UNAM, el INBA, la Secretaría de Cultura federal, la FIL Guadalajara y el Instituto Zacatecano de Cultura.
Murió Amparo Dávila, una de nuestras más grandes escritoras. En su memoria, releeré Árboles petrificados, mi favorito de sus libros. Larga vida, Amparo: siempre serás mi huésped”, apuntó David Miklos. “Que tenga un buen camino hacia el otro lado. Final de una lucha es uno de mis cuentos favoritos de todos los tiempos…”, añadió Tanya Huntington.
Y Rivera Garza, quien le rindió un homenaje al convertirla en personaje de su novela La cresta de Ilión (2002), apuntó: “Este semestre, los integrantes del taller leyeron y re-escribieron El huésped, de Dávila. El huésped no moría. Las mujeres se organizaban contra los maridos. La mujer, por fin, tenía nombre. Seguiremos leyéndola. Larga vida a una grande: Amparo Dávila forever”.
En su prólogo a Árboles petrificados (2016), el escritor Evodio Escalante la evocó como “la niña solitaria y enfermiza que ve las primeras luces en Pinos, Zacatecas, un pueblo minero semiabandonado; la niña rodeada de muerte que se imagina a sí misma como una aprendiz de alquimista que sube al monte para coleccionar flores y piedras con las que intentará hacer mágicos menjurjes, la niña friolenta y asustadiza a la que acosan los fantasmas y los sobresaltos del insomnio, encuentra en la escritura una forma de diálogo que le atempera la soledad y que le ayuda a convivir con los seres imaginarios que le espantan el sueño y que le hacen compañía en la madrugada”.
Quien fue amiga y secretaria de Alfonso Reyes y contrajo matrimonio con el pintor Pedro Coronel, con quien tuvo dos hijas, publicó su primer poemario, Salmos bajo la luna, en 1950; y su primer libro de cuentos, Tiempo destrozado, en 1959. Es autora además de Perfil de soledades y Meditaciones a la orilla del sueño, de 1954, y de Música concreta, que vio la luz diez años después.
La ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 1977 y de la Medalla Bellas Artes 2015 fue reconocida en marzo pasado con el tercer Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura, que otorga la Universidad de Guanajuato, por su trayectoria en el cuento.
Su propuesta es una aportación al universo del género literario, al producir una obra imprescindible en la literatura mexicana y de indudables ecos en la cuentística fantástica en lengua española”, difundió la institución de educación superior.
Y, por su aniversario 90, fue homenajeada con un mes de actividades, en 2018.
Dávila, siempre activa y con varios proyectos, uno de los más recientes es la traducción al eslovaco de sus cuentos reunidos, publicados por el FCE en 2009, a cargo de Lucía Duero.